04 Europa

08.05.2014

Elecciones en un escenario de euroescepticismo creciente

Christopher Tulloch

Ante las elecciones europeas del 25 de mayo, uno de los factores más interesantes será la traducción, o no, en las urnas de un euroescepcitismo en pleno auge. Ahora bien, esta falta de confianza ahora no se limita a las tradicionales reticencias británicas al proyecto europeo (cuidado con los resultados del partido para la independencia del Reino Unido (UKIP) el 25 de mayo), sino que se extiende tanto a otros países acreedores —la subida casi segura del Frente Nacional francés, por ejemplo— como a los Estados deudores como Grecia o el Estado Español. Para poner un solo ejemplo, cifras del Eurobarómetro de 2013 demuestran que, por muy inverosímil que sea, hay más euroescepticismo en España que en el Reino Unido. Para ser más exactos, el 72% de los españoles desconfía de la Unión Europea, 17 puntos por encima del promedio europeo.

La pregunta, pues, es obligada: ¿Qué ha ocurrido aquí?
Son varios los motivos que pueden explicar esta aparente desafección, pero tres de ellos son omnipresentes en cualquier debate sobre la “crisis” de la UE:
1) El efecto de la crisis económica. Argumentos antiguos sobre el “déficit democrático” o la opacidad de las instituciones se han sustituido por la demanda por parte de los países acreedores de unos estrictos mecanismos de control sobre el dinero prestado.
2) El correspondiente sentimiento de violación de la soberanía nacional que ha implicado las visitas de los “hombres de negro”.
3) La “Merkelización” del proyecto UE que ha personalizado el futuro de la UE en un líder democristiano que no ha ni tan solo respetado los intereses de sus aliados ideológicos, como Rajoy, a la hora de subministrar oxígeno a la economía española.

Lo que sí es cierto es que las dudas sobre la buena marcha del proyecto europeo se están consolidando justo cuando estos comicios serán los primeros después de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa de finales de 2009 y cuando se dotó de personalidad jurídica a la UE, un avance que se ve en el hecho de que ahora el presidente de la Comisión Europea debe recibir el visto bueno de la mayoría del Parlamento en un intento de establecer un vínculo directo entre los ciudadanos y las instituciones.

¿Es este euroescepticismo pasajero?
Los optimistas argumentan que una mejora económica aportaría confianza al proyecto común europeo y que la actividad en las redes sociales demuestra que todavía hay interés en Europa. En cambio, los pesimistas alertan de una participación global de un 40% y consideran que el discurso escéptico todavía tiene recorrido mientras se pueda aprovechar electoralmente a nivel nacional una postura anti-Bruselas.

Christopher Tulloch

Christopher Tulloch

Co-director de programas de Periodismo Político Internacional, UPF-IDEC

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